Al convertirte en madre te dan superpoderes. Por ejemplo, ya puedes probar alimentos a la temperatura del magma sin quemarte, te desenvuelves con los reflejos de un guepardo y eres sorprendentemente capaz de espachurrar a manotazos cualquier tipo de insecto, por grande y peludo que sea. ¡Pero no iba a ser todo de color de rosa! Con el primer hijo llegan los temores de la maternidad, la neurosis materna, esa que nos hace enloquecer de repente si perdemos de vista al retoño aunque sólo sea una milésima de segundo.
Los niños vienen con una neurosis materna debajo del brazo
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