Ser madre en cuarentena te obliga a desdoblarte, como poco. Si hay una verdad absoluta en todo esto de la cuarentena es que no es lo mismo el confinamiento con hijos que sin hijos. ¡Dónde va a parar! El otro día le preguntaba a una amiga que qué tal: “¡Aquí, teletrabajo y Netflix, hija, qué desesperación!” Me dice, la tía, sin cortarse ni un pelo. ¡Desesperación, la mía! ¡Que si consigo dormir cinco horas es porque se me ha aparecido la Virgen! Sin embargo, todavía las hay que están peor: ¡Las madres solteras! Bueno, no todas… Amiwiki, esa amiga mía que sabe más que Wikipedia, se lo ha montado fenomenal. Ayer mismo la llamé por teléfono, que no sabía nada de ella desde que empezó esto del arresto domiciliario.
-¡Olivia, qué bien saber de ti, querida! Oye, llevo unos días pensando en llamarte, pero es que al final no encuentro el hueco…
-Claro, tranquila, es normal. Tú sola… ¡con el niño! Por eso te llamo. Debes de estar pasándolo fatal. ¿Cómo lo llevas?
-Ah, yo estupendamente. ¿Es que fui muy previsora?
-¿Previsora? ¿al final no me hiciste caso con lo del cerramiento de terraza?
-¡No! ¡Qué dices de terraza! Pues tía, me vas a tomar por loca, pero resulta que hace un par de años se me apareció mi yo del futuro. Y me dijo que en cuanto escuchara las palabras “virus chino” en un telediario, me pillara una excedencia, me comprara un perro y me viniera pal pueblo. ¡Y aquí estoy, en el jardincito desde enero!
¡Lo de Amiwiki es que es demasiado! Para ella, ser madre en cuarentena no parece que le afecte mucho. Después de hablar con ella, me quedé con el runrún… y esa misma noche, al sentarme en el borde de la cama para descalzarme me vi a mí misma, de pie, junto al tocador. En realidad no era yo, yo; sino mi “yo del pasado”, porque llevaba la camiseta que usaba hace años para dormir. (Ays, lo que me gustaba esa camiseta) A lo que voy: lejos de horrorizarme, vi en esa aparición una oportunidad. ¡Esta es la mía! – me dije – ¡Voy a avisar a mi yo del pasado para que se prepare para esta cuarentena!
Porque, las cosas como son, muy diferentes serían las cosas para los padres si nos hubieran dado tiempo a organizarnos. ¡Para empezar, habría buscado un colegio nativo digital! ¡Aunque estuviera en Australia, vamos! No sé en vuestro caso, pero en el mío algunos profes son como esas madres del “Escribiendo, escribiendo…” en WhatsApp. ¡Así no se puede! Tampoco habría dejado los libros del tercer trimestre en el colegio… ¡Me habría aferrado a ellos como Frodo Bolsón al Anillo Único! Y no habría tirado la impresora, POR SUPUESTO. ¡Pero si estaba nuevecita! (Lo de los teledeberes me dio para un capítulo propio, por si lo queréis escuchar)
¡Ayyyy! Cuántas decisiones habría cambiado cuando hice la reforma de haber sabido que nos esperaba ESTO. Por ejemplo, convertir la habitación de invitados en una especie de habitación del pánico, insonorizada, para poder teletrabajar. O colocar una cocina industrial. Y, oye, ¿qué decir del cerramiento de terraza? “Sí, cariño, que así le ganamos espacio al salón. ¡Si, total, ahí no salimos nunca!” JA. La primera, en la frente. ¿No querías un salón más amplio, Olivia? ¡Pues que lo disfrutes! ¡Más espacio para subirte por las paredes! Uy, no, no. Yo a mi yo del pasado le dije que ni se le ocurriera lo del cerramiento de terraza. ¡Es más! Le dije que se comprara un chalé con jardín. ¡Más aún! Que se fuera a vivir a un islote en medio del Atlántico. ¡Que eso es lo que tenían que haber hecho los protagonistas de “The Walking Dead”!
Por si acaso a mi yo del pasado no le convencía lo del islote perdido, le dije que, al menos, pillara una casa con garaje. ¡Para poder llenarlo de arcones frigoríficos y olvidarme de la compra para siempre! Porque, no nos engañemos. Lo de hacer la compra online se ha convertido en un duelo del Lejano Oeste. ¡Hay que ser el más rápido en apretar el gatillo del ratón cuando, a las 12 de la noche, se actualizan las franjas horarias de reparto! —-Así que, recuerda, Olivia del pasado -le dije- ¡Jardín, garaje y arcones congeladores como para deshacerse de ocho cadáveres! Y mi Olivia del pasado me miró con compasión, como diciéndome: “Pero, ¡alma de cántaro! ¿Cuándo has tenido tú dinero para comprar un chalé con jardín y garaje? ¡Si aún estás pagando la obra del cerramiento de terraza!”
Soy madre, pero ya se me está pasando la tontería esa de “en ningún sitio como en casa”. Quiero la condicional. Y punto.
¿Imposible leer tres líneas seguidas en confinamiento sin que tus hijos se te echen encima reclamando atención? ¡Ser madre en cuarentena es lo que tiene! ¡No importa! Escóndete un auricular entre el pelo y escucha la versión en podcast que hay al principio de este post. 😁
Me encanta… Esa realidad la vivimos muchas familias
Gracias por tu amable comentario, María del Mar. Nos alegramos de que nuestros contenidos sean de tu agrado. Un saludo.