¿Te acuerdas de cuando eras libre y no dependías de niños demandantes? ¡Yo no! Aquellos maravillosos años en los que tú te marcabas los tiempos de tus obligaciones, en los que podías empezar una cosa y terminarla del tirón, deleitarte en la continuidad de tus maravillosas y predecibles tareas domésticas, ¡alcanzar el éxtasis de saber que podías pringar las manos en un rebozado porque no las ibas a necesitar para nada más! ¡Oh, my dog! ¡Qué tiempos aquellos!
“Mamá”, -me dijo Emma el otro día- “¿te imaginas a cuatro como yo?” Y llevo una semana con pesadillas. En ellas, yo intento llegar del dormitorio a la cocina, pero el pasillo se estira como chicle y la cocina se aleja y se aleja, mientras me atormentan doce pequeños dictadores del instante: cuatro Emmas, cuatro Marías y cuatro Davides. Aterrador. En el sueño, dan más miedo que los niños de “El pueblo de los malditos”.
“¡Mamá, ven!” “¡Mamá, mira!” “¡Mamá, enciende la luz!” “¡Agua!” “¡Pis!” “¡Apaga la luz!” “¡Tengo hambre!” “¡Caca, y dentro de un minuto te avisaré del pis!”… “¡Mamá, llama a papá!” “¡Llámale tú, hijademivida, que lo tienes más cerca!”. Los niños demandantes tienen el don de convertirte en un pollo sin cabeza. ¡Te quitan veinte veces de cualquier cosa que estés haciendo! Yo hay días que no hago pis hasta que no los acuesto, para que no me interrumpan. ¡Es imposible! Por sencilla que sea una tarea, la convierten en una misión de Tolkien.
A veces me gustaría que una cámara me grabara durante todo el día y poder visualizar la cinta por la noche, a cámara ultra rápida, a ver en qué se me ha ido el tiempo. ¡Pero si tengo desgastado el suelo del pasillo! Aunque, mirándolo por el lado bueno, entre mamáspis y mamásmira, resulta que he recuperado la figura. ¡Pero si he fundido hasta el podómetro! Que el otro día me miró y me dijo: “hija mía, me rindo. No puedo más”. Y ya, para tirarlo. Luego hay momentos, como este, en los que todos están ya dormidos, entonces puedo relajarme y… ¡Diablos! ¡Ya se me ha despertado el niño!
Soy madre, pero una cosa es que me haga cargo de mis hijos y otra, muy diferente, que éstos me conviertan en sirvienta. Y punto.
¿Cansada de que tus hijos te interrumpan cuando lees mis publicaciones? Ya he pensado en eso, tranquila. ¡Ponte los cascos y escucha este contenido en su versión podcast!