Toda madre debe “sufrir” a etapa de “los por qué” cuando su hijo tiene entre dos y cuatro años. Nadie sabe cómo se produce este cambio: un día son bolitas rollizas que no saben articular palabra, y al siguiente se han convertido en diminutos periodistas preguntones con una ávida necesidad de conocer todos los porqués del mundo. ¿Y a quién interrogan? A los papás, claro. Yo creo que, con eso de que son nativos digitales, nos ven como una especie de Google de carne y hueso. ¡Y su curiosidad no tiene fin!
Hay porqués fáciles y hay porqués difíciles. Hay porqués comprometidos, porqués enternecedores, porqués muy inteligentes e incluso porqués que nos hacen replantearnos el mundo: ¡se han dado casos de crisis existenciales adultas como consecuencia de uno de estos porqués! Luego están los porqués de los porqués, cuando entran en bucle; muñecas rusas de interrogantes que los padres, al cortocircuitar, solemos zanjar con los tan socorridos “porquesíes”. O, peor aún, con lo que yo llamo “mentiras de pequeño”.
Las “mentiras de pequeño” son ideas falsas que interiorizamos cuando somos niños y que nos acompañan como verdades absolutas durante gran parte de nuestra etapa adulta. ¡A veces, incluso toda la vida! No todas, pero muchas de ellas se originan cuando un padre da una respuesta al tuntún, para salir del paso, sin saber el daño que ocasiona. ¡Tengo una amiga que no puede ni ver las pipas peladas porque una vez su padre le contó que las pelaban los abuelos en los asilos!¡Y conocí a un australiano incapaz de hacer pis en la ducha, porque la idea de que grifo y alcachofa formaba un circuito cerrado aún le rondaba la cabeza!
Yo misma me he descubierto distintas “mentiras de pequeña” a lo largo de mi vida, pero nunca os contaré cuáles. ¡Ya hice bastante el ridículo en su momento! Así que ahora procuro responder a mis hijos sólo con la verdad. Después de toda la experiencia acumulada con mis dos hijos mayores, creo que ya me convalidan cinco carreras universitarias y un posgrado en Paciencia ¡Y ahora le toca empezar al pequeño! Pero resulta que los Reyes Magos (que son tanto o más prácticos que los papás) este año le han traído un asistente de voz. ¡Ahí te quedas, Alexa, con la etapa de “los por qué”!
Soy madre, no un oráculo. Por eso no tengo porqué tener respuesta a todos los porqués. Y punto.
¿Tus hijos te están preguntando por qué estás leyendo y no te concentras? Ponte los cascos y escucha este contenido en formato podcast, disimuladamente. (Lo encuentras al principio de este texto). O descubre otros podcast de Olivia y punto.