Ir a la playa con niños te hace darte cuenta de muchas cosas. No sé por qué la idea de ir a la playa despierta en las personas tanto entusiasmo. En mí, la primera. Y no me refiero a una desierta playa del Caribe, de arenas blancas y aguas turquesa, donde las palmeras se inclinan sobre el mar desafiando la gravedad, no. Me refiero a una playa de esas masificadas, de arenas grises y aguas turbias, donde lo único que se inclina sobre el mar y desafía la ley de la gravedad son tus carnes después de tres embarazos. Todos los años estoy deseando ir, y todos los años estoy deseando IRME.
Claro, que no es lo mismo el recuerdo que tienes de la playa de cuando eras niña: jornada de baño, risas, castillos de arena, colchonetas, correr desnuda por la orilla hasta el atardecer… O de cuando eras chavala: escapada con amigas, lucir palmito, fichar palmitos, horas muertas en el chiringuito… O de cuando ibas con el noviete: besitos en la arena, besitos en el agua, besitos en el chiringuito, correr desnuda por la orilla hasta el amanecer…
Ir a la playa con niños. Basado en hechos reales.
No, una vez que vas a la playa en “modo madre” todo lo que habías idealizado de la playa desaparece. Una de las cosas que más desasosiego me provocan es cuando se meten en el agua con su padre y dejo de verlos.
“¡No están!”
“Ah no, era una ola.”
“¡¡No están!!”
“Ah no, era una ola.”
“¡¡¡No están!!!”
“¡Que no, Oliva, joé, que es que les tapan las olas.”
“¡¡¡¡No están!!!!”
“Ah no, es que esta ola era más larga…”
Si están la orilla, la cosa no te creas que es más tranquila… Quietos, no paran. Y sientes cómo se respira la tensión en cinco metros a la redonda de tu toalla… ¡Y luego es que parece que soy la única que me estreso! Porque mi marido es que se lo toma todo con una calma chicha…
-¡Dejad la pelota, que le vais a dar a alguien!
-¡No corráis, que llenais a la gente de arena!
-¡Emma! ¡No te reboces, que te quitas la crema!
-¡El cubo, el cubo! ¡Que se lo llevan las olas!
-Pero déjalos – te dice tu marido, mientras se abre una cervecita.
¡Si después de todo esto crees que has llegado al tope de estrés, estás muy equivocada! ¡¿Qué me dices de cada vez que el socorrista toca el silbato?!
“¡Son los míos!”
“Ah, no, son los de otro.»
“¡¡Son los míos!!”
”Ah, no, son los de otra.”
“¡¡¡Son los míos!!!”
“Ah, no, sólo es una señora que se ahoga…”
😱😱😱
-¡María, suéltale la pierna a esa señora! ¡Que se ahoga!
En esta novela titulada «Ir a la playa con niños», mención aparte merece el capítulo del protector solar: «Aplicar frecuentemente después de cada baño, transpirar o secarse con una toalla…» Ahaaammm… Tengo tres hijos, así que podría decirse que el 80% del tiempo lo paso echando crema. ¡O intentándolo!
-María, ven aquí que te eche crema que te estás quemando.
-¡No quiero, no quiero!
Pero en fin, si estás escuchando esto y tienes niños… ¡qué te voy a contar que ya no sepas sobre lo que significa ir a la playa con ellos! Igualito que viajar de mochilera con niños! Uy, me despido ya. ¡Tengo que hacer la reserva, que si no me pilla el toro…! ¡Ay, qué bien, qué ganitas que tengo de irme ya para la playa! Eso sí, este año no salimos de la piscina del hotel. Y punto.
Increíble, me parece que va a triunfar. Yo no soy mamá pero adoro los niños y estoy segura que es tal como lo cuentas, pero al mismo tiempo tiene tanto encanto llegar a esa etapa de vida, en la que tus ideas y sueños dejan un poco de rebilotear solos y se mezclan con las ideas y sueños de tus hijos… aquí dejo lo que opino, aaadios!
Tal cual…pero imposible ahora vivir sin ellos, porque solo con ellos se puede realmente vivir