Flipo con esas madres que se dedican a desanimar a las embarazadas primerizas. “Ay, ¿estás embarazada?, qué bien. Pues nada, aprovecha para dormir ahora, porque no vas a volver a pegar ojo en los próximos 35 años”, o “¿Y te quejas de las náuseas? Eso no es nada, querida, verás cuando se te pongan los tobillos como patas de elefante”, y también: “Sí, lo ves muy mono porque no es tuyo, ¡verás cuando lo tengas pegado 24 horas”. ¡Uffff! Eso sí que es gente tóxica, y no la ex de mi ex.
Sí que es verdad que, cuando estás embarazada del primero, te creas unas expectativas algo elevadas. ¿Algo?, bueno, tal vez sería mejor decir unas expectativas estratosféricas. Pero bueno, tampoco es para tanto… ¿no?. Por ejemplo lo del dormir. ¡Dormir está sobrevalorado! Las mejores cosas pasan de noche: las citas románticas a la luz de la luna, las fiestas, los maratones de series, las gastroenteritis infantiles… ¡Uy! ¡Eso sí es una fiesta! ¡No había visto tantas vomitonas juntas ni en mi noche de graduación!
Cuando estaba embarazada una amiga de este tipo me regaló un libro: “Dormir después de la maternidad“, por el doctor Jurianders Barkelelen. ¡Sonaba a toda una eminencia! Me pareció muy interesante y lo abrí rápidamente para ojearlo. Estaba en blanco. Qué maja, mi amiga. Graciosísima, oye. ¡Festival del humor! “¡Ah, y olvídate del sexo! Estarás cansada, inapetente, desmotivada y tendrás un niño metido en la cama”. Nada, ya me hizo ella el spoiler. ¡No sé quién es más bobo, si la empresa que fabrica libros de broma o la persona que los compra! Dios los cría y el viento los amontona.
Seis años y tres niños después, he de reconocer que mi amiga estaba absolutamente en lo cierto. ¡Cuántas noches en vela me he acordado de ella y de sus sabias advertencias! No era consciente de lo que puede llegar a afectarte el no dormir, ¡pero si el otro día dejé la basura bajo el fregadero y tiré el cubo al contenedor! Y no es broma. Por no hablar de esas noches en las que soy yo la que se queda dormida al contarles el cuento de ir a la cama. ¡Una vez mezclé el cuento de Caperucita con la lista de la compra!: “Y llevaba en la cestita: pan, leche, huevos, pañales, lavavajillas, agua micelar, tampones…” “¿Tampones? Mamá, ¿eso qué es?”
Ay, que no os lo he contado: ¡resulta que mi hermana está embarazada! ¿No es genial? ¡Voy a ser tía! Para mí, guay. Pero ella lo va a flipar. Cuando estamos juntas, el espíritu de la gente tóxica me posee y le pongo los pies en la tierra. Entonces se enfada y me dice que la deje en paz, que soñar es gratis. ¿Gratis? ¡Ja! ¡No sabe lo que dice! ¡Ya verá cuando se le pongan unas ojeras como patas de elefante!
Soy madre, por eso no tengo filtros cuando habla la voz de la experiencia. Y punto.
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