Hace unas semanas me asaltó la duda: ¿soy buena madre? Se lo he planteado a mi psicóloga y me ha dicho mi psicóloga que piense más en mí, y yo le he contestado: “¿en quién?”. Y entonces me he dado cuenta de que lo que queda de mí desde que soy madre es una idea difusa de lo que fui, y eso no puede ser. Así que he decidido volverme un poquito egoísta, todo lo poquito que me permita estar a cargo de tres niños pequeños. O sea, muy poquito. ¡Pero algo de margen, hay!
He empezado hoy, comiéndome a escondidas la última galleta de chocolate que quedaba en la despensa. Me ha pillado Emma, la mayor. “Yo también quiero”, me ha dicho. “No-hay-más”, le he respondido triunfante, pensando en lo orgullosa que estaría mi psicóloga de mí. El berrinche de después no estaba ni en mis planes ni en los de mi psicóloga. La próxima vez practicaré el egoísmo encerrada en el cuarto de baño.
Ser mamá no es fácil porque, si te descuidas, dejas de ser tú. Y eso es muy raro estando vivo. Las súper mamás parecen encantadas con esa idea, pero dejadme que os diga que me parece una soberana tontería. Los hijos son un complemento de la vida, no el tipex que llega para hacerte desaparecer del cuaderno de tu propia historia. Así que he decidido tomarme la vida de otra manera y dejar de agobiarme por cómo ser buena madre. ¿Soy buena madre? ¡La respuesta es sí, por supuesto! Aunque me coma la última galleta de chocolate de la despensa.
Mi psicóloga dice que recibe a muchas mamás que dudan sobre sus “capacidades”, y que eso se debe, fundamentalmente, a la idea preconcebida que hay acerca de cómo se debe abordar la maternidad. Hay un peso social importante sobre esto, ideas enarboladas por nuestras propias madres -y abuelas de las criaturas- o por esas comunidades de súper mamás en redes sociales que parecen tener siempre la clave de todo, pero que siempre están estupendas y visten a la última moda. Creo que llevar siete años con el mismo abrigo, si no te convierte en una indigente, lo hace, automáticamente, en una mamá de las buenas. Entonces, ¿cómo ser buena madre? Esto es lo que dice mi psicóloga que tengo que hacer para ser una buena madre. Palabra de Dios.
Cómo ser buena madre en siete mandamientos
- Primer mandamiento: Serás un poquito egoísta. Aunque parezca mentira, una buena madre empieza en una mujer equilibrada. Los hijos no sólo nos roban tiempo, también nos privan de identidad, bienestar y libertad. Es un hecho. Nos dan muchas cosas buenas, pero no debe asumirse que es a cambio de sacrificios innecesarios. Es cierto que cuando tenemos hijos debemos hacer muchas concesiones, pero no más de las imprescindibles. Es humano querer darse un capricho o tomarse un respiro de vez en cuando y no por eso estaremos siendo malas madres. Al contrario, si somos felices la relación con nuestros hijos será mucho mejor, y eso ellos lo notan.
- Segundo mandamiento: Reservarás tiempo para ti. Va un poco ligado a lo anterior, pero no necesariamente tiene que ver con el egoísmo. Es más bien una cuestión de organización de los tiempos y de encontrar apoyos. Cada mamá debe fijar una serie de momentos que son suyos y buscar para ello la complicidad con la pareja. Las madres solteras lo tienen más difícil, pero es posible encontrar siempre algún hueco al final del día, hallar el apoyo en algún familiar o apuntar a los niños a alguna actividad para sacar algo de tiempo y hacer lo que gusta. Porque si dejamos de hacer lo que nos gusta estamos muertos, y una madre muerta no es una buena madre.
- Tercer mandamiento: Pasarás con ellos tiempo de calidad. Esto es muy importante. A lo largo de la vida pasamos mucho tiempo con nuestros hijos, pero eso sólo significa cantidad. Una buena madre se esfuerza, dentro de sus posibilidades, por ofrecer a sus hijos tiempo de calidad, ese en el que se está “juntos” de verdad, haciendo que los niños se sientan atendidos, acompañados. Las obligaciones diarias, la difícil conciliación y el encarecimiento del tiempo en las grandes ciudades no ayudan, pero hemos de fijar momentos. Soy una buena madre si dedico a mis hijos tiempo de calidad. Planazo: personaliza para él «Juntos», el cuento personalizado en el que viviréis extraordinarias aventuras en familia.
- Cuarto mandamiento: Te preocuparás sólo por sus necesidades reales. Y esas son aquellas que no reclaman, por norma general. Es decir, no atender a las exigencias de un niño caprichoso o con síndrome del dictador, es saludable. Tanto para la madre como para el hijo, a largo plazo, que debe entender que el mundo no gira en torno a su ombligo de botón. Ya lo dijo Copérnico: “La Tierra gira alrededor del Sol, y no de ti, niño!” Sin embargo hay muchos aspectos de los que estar pendientes y hacérselo saber, necesidades que un niño puede obviar por no ser inmediatas pero que están ahí. En este sentido, hay que adelantarse.
- Quinto mandamiento: Les escucharás. ¿Cuántas veces te ha venido a hablar tu hijo y tú has escuchado sólo un bla, bla, bla que has contestado con una frase tipo? Seguro que más de las que imaginas. Es normal, tú estás a veinte cosas y el niño viene y se pone a hablar de vaguedades. Nuestra reacción suele ser responder algo para que se sienta escuchado, pero no le estamos prestando la atención que deberíamos. Hay que hacer un esfuerzo en este sentido y, si nos pilla en mal momento, explicarle que estamos ocupadas e interesarnos por ello después. Escucharles no sólo es bueno a nivel emocional para ellos, sino que nos ayuda a los papás entenderles mejor y a conocerlos.
- Sexto mandamiento: Entenderás que son seres con entidad propia. Y esto es importante, porque, por mucho que queramos, nuestros hijos no son nosotros. Esto es útil tanto para escuchar y conceder, sin prejuicios, según sus preferencias, como para evitar imponerles comportamientos o hábitos que no son sino una proyección de las propias frustraciones o vivencias negativas. Soy una buena madre si les dejo elegir y no les fuerzo a hacer cosas que no quieren.(A no ser que sea recoger la habitación, que también hay que empezar a enseñarles que este valle de lágrimas se sustenta sobre tediosas responsabilidades)
- Séptimo mandamiento: No sobreprotegerás. La vida no siempre es fácil y hay que hacer que se familiaricen con ello progresivamente. Como padres, no siempre vamos a poder estar ahí. Si sobreprotegemos a nuestros hijos, además de ponernos nosotros una trampa, les estaremos haciendo débiles para enfrentarse a las dificultades naturales de la vida. Enseñar en el realismo es ser buena madre.
Vamos, que según mi psicóloga, una buena madre es aquella que hace todo lo que puede, no esas que se las dan de súper mamá. Y que una buena madre también se va de viaje y se pierde durante unos días o se desmelena en un concierto de punk (sin pasarse de groupie). ¡Yeahhhh! Mañana mismo me compro una entrada para el primer concierto que encuentre y me voy con el grupo de gira. ¡Recorreremos Europa y conoceré la decadencia de las noches de backstage! ¡Vestiré camisetas negras estratégicamente agujereadas y beberé whisky a morro! ¿Sabéis qué? ¡Que me está dando una pereza horrible tanto trasnochar! Mejor me quedo en casa comiéndome las galletas de chocolate de Emma. ¡Eso sí que es transgresor!
Soy madre, pero no por eso me he olvidado de soñar (despierta, claro, porque desde que nació la mayor no pego ojo). Y punto.
Quizá, como buena madre que eres, estés muy ocupada como para leer consejos sobre cómo ser buena madre. En ese caso, puedes escuchar este contenido en podcast mientras te comes la última galleta de chocolate de la despensa.