¿Buscas un cuento de zombies para niños en el que no hay lugar para el miedo, pero sí para la risa? ¡Has llegado al lugar adecuado! «El zombie Malacara» es una tierna y divertida historia en la que la muerte «sienta de muerte». Puedes elegir entre leerlo en texto, o escucharlo en versión audiocuento lleno de sonidos misteriosos.
En este cuento de zombies para niños, el pochito protagonista, preocupado por su aspecto tras 50 años muerto, acudirá al centro de belleza más chic del cementerio. Allí le recibirá una entusiasta esteticista que hará todo lo posible para que se sienta guapo. Este cuento pone de relieve el valor de la autoestima y enseña a los niños la importancia de tener una buena percepción de uno mismo.
Audiocuento El zombie Malacara
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«El zombie Malacara» en su versión audiocuento es una historia teatralizada, sustentada sobre fantasmales músicas y efectos sonoros misteriosos» que proporcionan una atmósfera envolvente. ¡Tu peque creerá estar dentro de este cuento de zombies para niños!
Música: CC0 Big Eyes y Creepy comedy, por Rafael Krux; Going Bananas, por Bryan Tech.
Si prefieres leerlo diresctamente, te dejamos el texto a continuación. Además, puedes utilizar esta música para poner de fondo mientras le lees el cuento a tu peque, y así crear un ambiente fantasmagórico y de misterio.
Cuento de zombies para niños: El zombie Malacara
Aquella noche era lúgubre y cálida. El silencio era profundo, solemne. Nada se escuchaba en el viejo cementerio, salvo el cantar de los grillos. Hasta que el ruido de una losa descorriéndose rompió la quietud.
– Ayyyy, aaaaayyyyyyy… ¡Qué mal he dormido esta muerte! -se escuchó quejarse a una voz de ultratumba.
El zombie salió de la tumba. ¡Le dolía todo el cuerpo! Hizo estiramientos…
-Un, dos, un dos, un dos…
Se recolocó un poco las vértebras y estiró las piernas dando pequeños saltitos.
-Un, dos, tres, cuatro, un dos, tres, cuatro…
Entonces se sacó del bolsillo (claro!) un espejo de bolsillo y se miró
aprovechando el tenue resplandor de una farola.
-Uhhhhh… ¡Qué mala cara tengo! -se lamentó
El zombie Malacara se peinó un poco con los dedos los sucios mechones de pelo que todavía le
quedaban en la cabeza, se estiró ligeramente la piel y se pellizcó las mejillas para darles un poco de color.
–Hmmm… ¡Un poco mejor! -dijo, sonriendo satisfecho.
-Uy, por Dios, Qué mala cara tienes. Estás un poco… ¡pocho! -le dijo una fantasma muy pija que pasaba por allí.
-Parece que has pasado toda la muerte de fiesta -bromeó el viejo vampiro.
-¿Y qué quieres? ¡Lleva 50 años muerto! A estas alturas, lo raro es
que conserve la cara, por muy mala cara que tenga -respondió la fantasma, con voz muy, muy, pija.
Al zombie malacara se le habían quitado las ganas de pasear. Regresó a su tumba, se recostó en el ataúd y encendió la radio para escuchar un poco de música. En ese momento la programación se encontraba interrumpida por la pausa publicitaria y el zombie Malacara llegó a tiempo de escuchar un anuncio que podría interesarle.
¿El paso de los siglos se nota en tu piel?
¿Tienes ojeras, bolsas, auténticos sacos? ¿Estás pálido por mucho que te tumbes a tomar la luna? Si sientes que has perdido lustre, visita: Centro de belleza MORILOLI. Especialistas en estética zombie, vampírica, fantasmal y en peluquería licantrópica. Centro de belleza MORILOLI, el más chic del cementerio. Centro de belleza MORILOLI. La muerte te sienta de muerte.
El zombie Malacara apagó la radio y se fue con su mala cara a ver a
la esteticista. Un viejo portón chirrió con cansancio de sus goznes al abrirse. La esteticista saludó, emocionada.
–¡Pero qué tenemos aquí! Hmmmm… ¡Una cara realmente mala!
-Sí, me he levantado con unas pocas ojeras… -respondió el zombie Malacara con un poquito de vergüenza.
-¡No se preocupe, con Moriloli, la muerte sienta de muerte! -respondió la esteticista con tono cantarín y, acto seguido, le invitó a pasar
-Tome asiento. A ver, a veeer… Hmmmm… veamos por aquí… mal arreglo… gire usted la
cabeza…
El zombie Malacara obedeció de inmediato y giró la cabeza tan rápido que esta se le desprendió de las vértebras y salió disparada.
-¡No tanto! Espere, que yo se la recojo… -se ofreció amablemente Moriloli.
-¿Lo ves muy mal…? -preguntó el zombie conpreocupación.
-Pues… es que intento maquillar, pero es que la piel se va… -explicó la esteticista mientras se quedaba con un trozo de cara del zombie en la mano. -¿Ha visto? … ¡Mal asunto! Muy mal asunto…
El zombie Malacara guardó silencio. Se miró detenidamente en el espejo. Se
estiró un poco la piel… y se arrancó otro trozo.
-Ya… estoy muy pocho…
– ¡Efectivamente! Por suerte, tengo toda una gama de pieles postizas que
se puede usted probar. -respondió Moriloli, hurgando en un cajón. -¿Qué tal esta? Es de vampiro.
-Hmmmm, demasiado pálida -declinó el zombie Malacara.
-¿Y ésta de hombre lobo?
-Demasiado peluda.
-¿De Frankenstein?
-A veeeer… noto un tono de piel tirando a verde. ¡No me gusta!
-¿De muñeca diabólica? -siguió intentando Moriloli.
-No, esa es de chica. No me pega con la voz…
– ¿Y el look MOMIA? Le vendo a usted la cara, y…
-Claro, claro, pensaba pagarle. ¡No me la va usted a regalar! -interrumpió el zombie, muy apurado.
-Nooo, quiero decir que se la vendo de vendársela, no que se la
vendo de vendérsela -rió la esteticista.
-¡Ah! Vale. No sé… ¡Muy aparatoso para vestirme por las mañanas!
-¡Ya lo tengo! Esta. La máscara de hombre invisible -concluyó Moriloli con gran algarabía.
-El zombie Malacara dudó. Se puso la máscara de hombre invisible y se miró
en el espejo. No era mala idea: ¡si no podía conseguir una buena cara, lo mejor era no tener ninguna!
-¡Me gusta! Me la quedo.
-¡Fantástico! Y ahora… habrá que hacer algo con esos cuatro pelos que a
usted le quedan… ¿Le doy cita?
-¡Sí, por favor!
– ¿El martes a las 3 de la madrugada?
-Tengo dentista -se excusó el zombie Malacara.
-Veamos… ¿El jueves a medianoche?
-Preferiría no madrugar… -respondió el zombie, tímidamente.
-Pueeees… ¡El jueves a las 2! Así no tendrá que venir usted tan temprano -hizo su nueva oferta Moriloli, la mar de risueña.
-¡Perfecto!
Moriloli agarró el boli y anotó la cita en su agenda.
-Apuntado. Que pase usted buena noche -se despidió.
-Igualmente.
Y así, mucho más tranquilo y confiado gracias a la ayuda de Moriloli, el
zombie malacara se fue a dar su paseo por el cementerio para presumir de
cara nueva.
-¡Pero si no se le ve! -se quejó una niña que, atentamente, escuchaba esta historia.
-Shhhh… – la chistó el narrador, con ternura- Eso da igual. Lo importante es que el zombie Malacara se sienta guapo.
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