Cuento de igualdad de género divertido + audiocuento

Cuento de igualdad de género

Son muchos los papás y mamás que buscan un cuento de igualdad de género con el que enseñar a sus peques la importancia de no hacer distinciones entre niños y niñas, de modo que en Mumablue hemos querido contribuir con un relato divertido y fuera de lo normal, para ayudar a papás y mamás a transmitir este mensaje.

«El príncipe Catapulto» es una historia de príncipes y princesas que parte del tópico de que la princesa de los cuentos siempre es salvada. Pero, ¿qué ocurre si ésta no quiere? Aunque este cuento de igualdad de género va más allá, pues también contempla la realidad masculina: si es cierto que los cuentos de hadas han afianzado la idea de que las princesas deben ser salvadas, no es menos cierto que esa idea implica, necesariamente, que los príncipes deben ser los salvadores. ¿Y qué ocurre si éstos no desean cargar con esta obligación?

En «El príncipe Catapulto» se cuestionan ambos roles, no sólo el de la salvada sino también el de el salvador y se plantea una pregunta que no es muy habitual: ¿por qué los príncipes, los niños, no tienen derecho a ser salvados? El mensaje igualitario de este cuento de igualdad de género es que todos somos seres humanos, fuertes o vulnerables en distintos momentos de la vida, y no importa si se es chico o chica a la hora de ayudar o de recibir ayuda. ¡Esperamos que os guste!

Puedes encontrar más abajo el texto para leer, pero te animamos a escuchar la versión en audiocuento, dramatizada y muy divertida.

Música Public Domain: Celebration, de Alexander Nakarada;  Música y efectos CC 3.0: Enchanted_Journey, por Kevin MacLeod; Sonido catapulta, por cetsoundcrew.

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Si prefieres leerle tú a tu peque este cuento de igualdad de género, a continuación tienes el texto. Te invitamos a poner esta música medieval de fondo para crear ambiente.

Cuento de igualdad de género: El príncipe Catapulto

Desde pequeño, al príncipe Catapulto le habían enseñado que su mayor deber era ir rescatando princesas por los reinos. Pero al príncipe Catapulto nunca se le había dado muy bien eso de rescatar princesas por ahí, sobre todo porque era un poco desastre en la tarea de asaltar castillos.

Lo había intentado varias veces en varios reinos. La primera de ellas fue en una fortaleza rodeada por un profundo foso plagado de hambrientos cocodrilos, que le mordieron el culete y le hicieron huir como alma que lleva el diablo, mientras la princesa de Perifollo era testigo de tan ridícula situación. ¡Qué bochorno!

-Ay, ay, ay… -gritaba, dolorido, Catapulto.

Lo intentó de nuevo cuando quiso rescatar a la princesa de Reino Rancio de las garras del ogro Zampón, pasando, haciéndose el distraído, por el puente levadizo. Como nadie lo esperaba, los vigías comenzaron a subir el puente, y Catapulto quedó espachurrado entre el duro muro de piedras y el enorme portón de madera.

-Ayyyyyy…

Lo intentó por tercera vez cuando un duque muy malvado capturó a la princesa de Hamburguesa. Catapulto tuvo que escalar la muralla del ala norte, la más difícil de todas porque estaba llena de verde y resbaladizo musgo. Tras más de cien caídas, y con la mitad de los huesos rotos, sus soldados se llevaron al tullido príncipe sobre unas parihuelas.

-Ayyy, ayyyyy, ayyyyyyy…

Y así una vez tras otra. ¡Era imposible! El príncipe Catapulto no lograba siquiera meter un pie en el patio de armas.

-Es un auténtico GETO esto de GSCATAG PGINCESAS, qué duda cabe -se decía Catapaulto.

Aunque su incapacidad para rescatar princesas (al igual que su dificultad para pronunciar las erres) era de sobra conocida en la corte, nadie se atrevía a burlarse de él, pues quien se reía de la realeza era condenado a un terrible castigo: se le colgaba de un pino con los pies untados en miel para que los osos, con sus lametazos, le hicieran insoportables cosquillas. ¡Toda una tortura!

Sin embargo, el príncipe Catapulto sabía que sus vasallos cuchicheaban a sus espaldas. Y eso no le gustaba nada. Nada de nada. Así que un día se le ocurrió una idea: asaltaría los castillos lanzándose en una catapulta.

El primer día que puso su estrategia en práctica resultó un éxito. Sus soldados orientaron la catapulta hacia la ventana del torreón en el que se encontraba presa la princesa de Pamplinas. El príncipe Catapulto se subió en la cuchara y dos de sus soldados tensaron el brazo hasta que no se pudo más.

-¿Preparado, señor?

PGEPAGADO!

-Una, dos y… ¡Tres!

El príncipe Catapulto voló como un aguilucho desplumado en dirección a la ventana del torreón. Y la atravesó, rompiendo el cristal en mil pedazos.

-Ayyyy, qué TGOMPAZO!

-Ahhhhhhh -gritó la princesa de Pamplinas.

-¡Vaya, PEGDONA POG lo de la VIDGIEGA, AHOGA mismo lo AGGEGLO…!

Catapulto había logrado así entrar en distintas fortalezas, pero ¡ay!, el problema llegaba a la hora de salir de ellas. Catapulto siempre era descubierto y tenía que huir por el mismo sitio por el que había entrado… ¡lanzándose por la ventana! Es por eso que tenía la cabeza llena de chichones!

-Ayyyyyyyy… snif! -se lamentaba catapulto frotándose la cabeza.

Pero el día que acudió al rescate de la princesa de Pantalonia todo cambió. Catapulto, como siempre, asaltó el castillo impulsado por la catapulta y atravesando otra vidriera más.

OTGA vez! ¡Qué DOLOG tan TEGGIBLE!

-¿Quién eres? ¡Qué haces aquí! -preguntó la princesa de Pantalonia.

-No te asustes PGINCESA. TGANQUILA. He venido a GESCATAGTE.

-¿Rescatarme?

-Sí, me envía el GEY.

-¿Quién?

-El EMPEGADOG…

-Lo siento, no entiendo nada de lo que di…

-¡El MONAGCA!

-Ahhh, el rey. Vale, bueno… ¿Y quién te ha dicho a ti que yo necesito que me rescaten?

-Ah, ¿no? Vaya, qué CONTGATIEMPO… Se supone que los PGÍNCIPES GESTATAN a las PGINCESAS.

-Se supone, sí. Pero, ¿sabes qué? Que yo me sé rescatar solita.

-Ah, bueno. En ese caso me GETIGAGÉ y CABALGAGÉ PGESTO y GAUDO a GESCATAG a OTGA PGINCESA.

-Oye, mira…, ¿cómo… cómo te llamas?

-Catapulto, mi SEÑOGA.

-…Catapulto. Puede que no te hayas enterado, pero hay toooodo un movimiento que reivindica que las princesas no necesitan ser salvadas por un príncipe…

-¿Ah, sí? Qué INTEGESANTE… ¡Yo QUIEGO FOGMAR PAGTE de ese movimiento!

-¿Tú? Y eso, ¿por qué?

-POGQUE GESULTA GEALMENTE FGUSTGANTE TENEG que GESCATAG PGINCESAS de TOGGEONES

-Oye, espera, espera. No entiendo ni una palabra de lo que dices. Deja que llamo a Logopedia, el hada madrina que se encarga de esto.

La princesa se puso las manos alrededor de la boca, a modo de altavoz y llamó:

-Logopedia… ¡Logopedia!

-¿Me ha llamado, mi señora? -dijo el hada madrina emergiendo de una bomba de humo.

-No me llames señora, Logopedia… me hace vieja… Sí. Mira, es que el príncipe Catapulto, tiene un problemilla con la pronunciación de las erres. ¡Y no le entiendo nada de nada!

-Oh. Comprendo… -dijo el hada madrina, pensativa. Y moviendo en círculos su varita pronunció un conjuro-. ¡Abula kadula dibili kadú!

Un remolino de estrellitas mágicas envolvieron al príncipe.

-Habla ahora, Catapulto…

-¿Ahora? No sé qué decir, nunca he estado en presencia de un hada madrina… ¡Oh! ¿Lo habéis oído? ¡He recuperado las erres! ¡Ja! PeRRo, CaRRO, ¡RODODENDRO!

-Sí, no hay problema de dicción que se le resista a Logopedia -afirmó la princesa de Pantalonia con orgullo.

-Oh… ya será menos, querida -respondió Logopedia poniéndose roja como un tomate.

-Volviendo a lo que nos ocupa… ¿qué me querías decir, Catapulto? -retomó la princesa.

-¡Oh, sí! Decía que estoy un poco harto ya, porque resulta realmente frustrante tener que rescatar princesas de torreones.

Entonces la princesa y Catapulto exclamaron al unísono:

-¡Las princesas no queremos que nos salven!

-¡Los príncipes no queremos salvaros!

-Oh, vaya… esto es nuevo -murmuró Logopedia abriendo una bolsa de palomitas y dispuesta a disfrutar de lo que pudiera acontecer después de que el cuento diera este giro inesperado.

-La verdad es que los príncipes también estamos un poco hartos de tener que ser siempre los salvadores… ¡Menuda responsabilidad! ¿Y a nosotros quién nos salva?

-Interesante punto de vista… -reconoció Logopedia mientras rumiaba sus palomitas.

-¡Tienes toda la razón, Catapulto! Ni las princesas tenemos que ser salvadas, por sistema, ni los príncipes tenéis que ser siempre los salvadores -proclamó la princesa de Pantalonia.

-Nosotros siempre debemos estar ahí, dando el callo… ¿nadie se preocupa por nosotros? ¿nadie nos protege? ¡Que también tenemos sentimientos!-¡Sí! ¡Voto por la Liberación de los Príncipes! -gritó la princesa.

-Por ejemplo: ¿Por qué los príncipes no podemos tener Hada madrina? -continuaba Catapulto, ajeno al apoyo que recibía. Ahora que por fin se había atrevido a reivindicar sus derechos ya no podía parar…

-¡Esa es otra! -apoyó la princesa.

-¡Claro que podéis, Catapulto! Toma, te dejo mi tarjeta. Invócame cuando quieras. 50% de descuento en la primera sesión -dijo Logopedia, tendiéndole una tarjeta con las manos llenas de la grasa de las palomitas.

-¡Voto por que los príncipes también tengan derecho a un hada madrina! -continuaba proclamando la princesa, quien también estaba a su reivindicación y ajena a todo lo demás.

-Uy, y yo… ¡qué duda cabe! -apoyó Logopedia chupándose los dedos.

-Gracias por vuestra ayuda y comprensión. Y ahora que soy un príncipe liberado, si no os importa, me bato en retirada. ¡Tengo un montón de cuestiones principescas que atender! ¡Hasta pronto! -se despidió Catapulto mientras se encaramaba de un salto a la ventana.

-¡No! Pero espera, ¡ESPER….! -quiso detenerle la princesa, pero ya era demasiado tarde. Catapulto se había lanzado por la ventana y se había estrellado contra el suelo rompiéndose cinco huesos más.

-Se podía haber marchado por la puerta, que el guardia justo se acaba de ir a comer… -murmuró la princesa, moviendo la cabeza de un lado a otro, con resignación.

Y así fue como el Príncipe Catapulto se dio cuenta de que ni las princesas tienen por qué ser salvadas ni los príncipes tienen por qué ser los salvadores… Y fundó el Movimiento por la Liberación de los Príncipes, que en tan solo dos meses ya contaba con afiliados de todos los reinos del mundo. Y los príncipes, al verse liberados de su carga de salvar princesas, fueron felices y comieron regalices. (Porque estaban también ya un poquito hartos de comer siempre perdices).

Mumablue es una marca que apuesta por la igualdad

En Mumablue estamos convencidos de que la igualdad es el único camino posible hacia una sociedad más sólida, justa y próspera, un valor que está presente en todo lo que hacemos, y en todos los cuentos que escribimos. Este cuento de igualdad de género es sólo el más explícito de entre nuestros relatos. Ya se trate de los cuentos que ofrecemos para leer online, los audiocuentos o los cuentos personalizados para regalo, Mumablue siempre huye de los roles tradicionales de los cuentos clásicos.

La igualdad es feminista, pero la igualdad también debe contemplar a los niños varones desde que son pequeños, ya que los roles tradicionales que los convierten siempre en héroes y salvadores tienen un efecto directo sobre el papel masculino que asumen en la vida real. La idea de «los niños no lloran» ha tenido un efecto muy negativo en hombres de muchas generaciones, ya que llorar es humano y necesario, y todas las personas tienen derecho a sentirse vulnerables y ser ayudadas en algún momento de su vida. Esta es la idea que ponemos sobre la mesa en este cuento de igualdad de género para niños, un punto de vista que no se suele abordar y también conviene visibilizar, por eso quisimos aprovechar este cuento de igualdad de género.

La educación emocional, tan en boga en los últimos tiempos, busca precisamente que niños y niñas aprendan a manejar sus sentimientos. Pero nunca podrán hacerlo correctamente mientras repriman emociones como la tristeza. Sin duda un niño educado en igualdad será un adulto más saludable, con más recursos para afrontar sus propias debilidades y más empático con el resto del mundo en general y con las mujeres en particular. ¡Para lograr un mundo más igualitario hay que empujar desde el lado de ambos géneros!

Otros cuentos personalizados que educan en valores

Si deseas descubrir otros cuentos que educan en igualdad, empatía, respeto o generosidad, te invitamos a visitar nuestra sección de Cuentos infantiles con valores, donde también encontraréis los respectivos audiocuentos.

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Al vivir la historia en primera persona, tu peque interiorizará mucho mejor los valores que se proponen en cada historia. Te animamos a echar un vistazo al catálogo de cuentos Mumablue y personalizar a tu peque para ver cómo queda. ¡Puedes acceder a una previsualización completa del cuento para que decidas si te gusta la historia!

Imagen: CC 2.0 Freepik