Si buscas un cuento de autoestima infantil que ayude a tu peque a ganar confianza en sí mismo y entender la importancia del esfuerzo para lograr la superación, es probable que “Campamento de Jóvenes Exploradores” te resulte de utilidad. Se trata de un relato, para escuchar o leer directamente, en el que el pequeño protagonista aprenderá a valorarse a través de sus logros.
Adrián acude por primera vez a un campamento de verano y le asusta no ser capaz de lograr los retos para llegar a ser un Joven Explorador. Será durante una excursión cuando descubra una extraña cabaña en el bosque que lo conducirá a un mágico mundo, lleno de seres maravillosos que le enseñaran a desarrollar sus habilidades y a coger confianza en sí mismo.
A continuación puedes disfrutar de este cuento de autoestima infantil en su versión en audiocuento. Si prefieres leerlo directamente, busca el texto más adelante en este artículo.
Música: Public Domain- Trip Up North y Slice of life, por Bryan Teoh; Música hadas y duendes; Journey of hope, por Alexander Nakarada.
Cuento de autoestima infantil: “Campamento de Jóvenes Exploradores”
Aquí tienes el texto del cuento de autoestima infantil que hemos escrito para nuestro podcast, para que podáis leerlo juntos directamente. Te proponemos crear algo de ambiente poniendo de fondo esta música que te dejamos a continuación.
Aquel verano, como todos los veranos, decenas de niños llegaban en autobuses hasta un claro del bosque. Hacía una semana que habían terminado las clases. Cerraban los colegios y se abrían un montón de oportunidades. Entre ellas la de acudir al Campamento de Jóvenes Exploradores, una actividad que niños y niñas llevaban un año esperando.
Muchos de ellos eran ya experimentados campistas y lucían con orgullo muchas de las medallas y condecoraciones que habían obtenido en veranos anteriores. Otros, acudían por primera vez, con una mezcla de entusiasmo y miedo a no ser aceptados por el grupo. Adrián era uno de los nuevos y estaba muy nervioso.
– ¡A ver, niños, niñas! ¡Formad filas! Vosotros, a ese lado. Tú, chica, ponte allí. Muy bien, muy bien. No os impacientéis. Enseguida montaremos las tiendas -ordenaba la monitora mientras organizaba la llegada de los nuevos exploradores.
Una vez que estuvo levantado el campamento, los jóvenes exploradores más veteranos amontonaron ramas en el centro, formando una gran pira. El resto del día se gastó en hacer las presentaciones, dar unos consejos básicos, explicar las normas del campamento y organizar las actividades de la semana.
Cuando cayó la noche, encendieron la hoguera y cantaron canciones bajo las estrellas. Adrián permanecía en un rincón, casi invisible. Temía no servir para ser un buen explorador. Finalmente la velada terminó y cada uno se metió en su tienda de campaña. Adrián se embutió en el saco de dormir y se tapó hasta la nariz.
Durante los días siguientes, los jóvenes exploradores aprendieron a hacer fuego, capturar peces, identificar plantas y bayas comestibles, cruzar arroyos, construir refugios y a orientarse observando la Naturaleza. Pero a Adrián todo se le daba fatal, no conseguía ni una sola medalla. ¡Ni siquiera era capaz de cantar al calor de la hoguera!
Una mañana, la prueba era encontrar agua potable y cualquier cosa que fuera comestible, como raíces o bayas. Los niños se dividieron en grupos y se internaron en el bosque. Cada grupo estaba capitaneado por un joven explorador veterano que conocía los senderos. Adrián caminaba algo rezagado cuando, de pronto, descubrió una pintoresca cabaña. La puerta estaba entreabierta, así que el niño penetró en su interior.
-Bienvenido. Siéntate, por favor -sonó una misteriosa voz.
-¿Quién eres? ¿De dónde sale esa voz? -gritó Adrián dando un respingo.
-¿Te puedo ofrecer un poco de té? -continuó la voz, con tono dulce.
Adrián se dio cuenta entonces de que la dueña de la voz era una taza viviente. Creyó que se trataba de una alucinación y se frotó los ojos con fuerza. Pero al abrirlos, la taza seguía ahí.
-Preferiría un poco de agua para llenar esta cantimplora de Jóvenes Exploradores. No sirvo para buscar agua, ni para hacer fuego, ni para pescar… ¡ni siquiera sé cantar! -se lamentó Adrián.
-¡No te rindas tan pronto, pequeño! El mundo es de los perseverantes! Ven conmigo, te mostraré algo…
La taza hizo un gesto, señalando una portachuela de madera. Acto seguido saltó de la mesa y fue hasta ella dando pequeños saltitos. Adrián la siguió.
Al cruzar la puerta, Adrián apareció en un mundo mágico. Allí todo era posible.
-Oh, mira quién está aquí… Centella, preséntate -animó la taza viviente.
-Yo era una estrella de mar que soñaba con ser una estrella del cielo y poder hacer fuego. ¡Y lo conseguí! Ahora debes intentarlo tú.
De pronto, frente a Adrián, aparecieron un palo y un trozo de madera. El niño sujetó el palo firmemente con las manos y comenzó a girarlo y a frotarlo contra la madera. Pronto comenzó a brotar un hilillo de humo.
-¡No pares, Adrián! Continúa. ¡Quien la sigue, la consigue! -animó la estrella.
Adrián cerró muy fuerte los ojos y comenzó a frotar con todas sus fuerzas. Al instante comenzaron a saltar chispas que prendieron la yesca.
-¡Esto hay que celebrarlo! ¡Cantemos! -dijo una nueva y melódica voz.
Salida de la nada, frente a Adrián, se alzaba una guitarra parlanchina.
-No canto bien. No sé seguir el ritmo ni entonar -explicó Adrián.
-Yo desafinaba muchísimo pero no me di por vencida. Ahora soy virtuosa. Canta, yo te acompañaré con mi música -insistió la guitarra.
Adrián comenzó a cantar, bajito, tan solo con un hilillo de voz.
-¡Más fuerte! ¡Eres capaz de lo que te propongas! -alentó la guitarra.
Poco a poco, el pequeño fue ganando confianza. Fue elevando el tono y, cuanto más alto cantaba, más entonaba y mejor lo hacía. Cuando se marchó del todo la inseguridad, Adrián cantó muy, pero que muy, bien.
Todos bailaron y los pájaros comenzaron a trinar. Y así, cantando y bailando, la comitiva llegó hasta una extraña playa. Su arena se agrupa en franjas con los colores del arco iris. Al escucharlos llegar, del mar emergió una extraña criatura.
-¡Un unicornio marino! -se sorprensió el niño.
-Soy un narval, para ser exactos. Antes era una orca que no lograba atrapar peces, así que desarrollé este cuerno para poder capturarlos- respondió el extraño ser.
-Ojalá yo tuviera un cuerno como el tuyo para atrapar peces -anheló Adrián.
-Yo te enseñaré a pescar. Busca un palo parecido a mi cuerno.
Adrián encontró una larga y recta rama acabada en punta y el narval comenzó a explicarle cómo usarlo. El niño lo intentaba y lo intentaba, pero fallaba todo el tiempo.
-Nadie dijo que fuera fácil. Vamos, sigue intentándolo. Eres capaz de cualquier cosa que te propongas. ¡Solo cree en ti!
Después de un buen rato, Adrián había capturado un buen puñado de peces. ¡Era suficiente pescado para una semana!
-¡Eh! A ver si te crees el único unicornio de este cuento -relinchó una nueva voz, a la espalda de Adrián. Cuando el niño se dio la vuelta, contempló a un precioso caballo blanco con crines arcoíris. ¡Era un unicornio de verdad!
-¡Es imposible! ¡Los unicornios solo existen en la imaginación! -se sorprendió Adrián.
-¡Nada es imposible! Yo era un caballo que deseaba con todas mis fuerzas ser unicornio. Tú apunta alto y caerás cerca. Al final conseguirás todo lo que te propongas.
-¿Incluso llegar a ser el mejor explorador del mundo entero? -preguntó el niño.
-Incluso eso -aseguró el unicornio.
Lleno de confianza en sí mismo tras la enseñanza de aquellos seres maravillosos, Adrián regresó a la cabaña en compañía de la taza.
– Debo volver al campamento antes de que los monitores se preocupen. Gracias por tu ayuda.
-¡Recuerda! Nunca te rindas -canturreó la taza mientras el niño se alejaba.
Tras su extraordinaria aventura, Adrián regresó al campamento cargado con un puñado de peces. Encendió un fuego y comenzó a asarlos. Los demás niños le observaban, estupefactos, mientras los monitores le felicitaban por sus logros.
Durante los siguientes días, Adrián aprendió un sinfín de nuevos trucos de supervivencia y todos lograba realizarlos con éxito: construyó el mejor refugio, recolectó las setas y los frutos silvestres más deliciosos y convirtió en el explorador que mejor se orientaba en el bosque. ¡Incluso logró salvar a sus compañeros del ataque de un oso! Así que, cuando el campamento finalizó, un gran número de insignias colgaban de su camisa. ¡Y todo gracias a su seguridad en sí mismo a la constancia para conseguir sus propósitos!
Otros cuentos para fomentar el amor propio en los niños
Si te ha gustado nuestro cuento de autoestima infantil, tal vez te resulten de utilidad otras historias, tales como “La mariposa de los hielos“, que habla de cómo ser diferente significa ser especial y de la importante misión que todos cumplimos en la vida. O “La brujita Fuegoazul“, un cuento dirigido a los niños que se sienten distintos o fuera de lugar por tener un cociente intelectual más alto que sus compañeros. O “Superpoderes“, un cuento que le enseña a los niños a reconocer y valorar todos los superpoderes que las personas llevamos dentro.
Además, “Superpoderes” está disponible en edición personalizada, un cuento impreso a todo color para regalar. El cuento está protagonizado en primera persona por tu peque, con su nombre y rasgos físicos, lo que le ayuda a entender mucho mejor cuáles son sus valores como persona, al vivir la historia en primera persona. Los más pequeñitos también pueden optar a un cuento personalizado que habla de superación, una bonita edición en colaboración con Mr.Wonderful que le enseñará a perseguir sus sueños. Se trata de “(Nombre de tu peque) atrapa una estrella“.
Por último, si crees que tu peque tiene un problema de autoestima que le limita en su día a día, te recomendamos que busques consejo profesional visitando con él a un psicólogo infantil. ¡A veces los cuentos no son suficiente!