El otro día me puse a pensar en cómo educar en el cuidado del medio ambiente a mis hijos y de qué manera los padres deberíamos abordar cuestiones como el consumo responsable, la sostenibilidad ambiental, la huella ecológica o la importancia del reciclaje. Para ello, hice memoria y me retrotraje a la época en la que yo empecé a reciclar… ¡Qué recuerdos! Qué bonito era todo. Y qué importantes nos sentíamos separando los residuos ¡Yo hasta los lavaba antes de llevarlos al contenedor!
Varios años y quince cubos de basura bajo mi fregadero después, me entero de que hay una isla de basura plástica en el Pacífico que es más grande que Francia, que hemos convertido las fértiles tierras de Ghana es el vertedero tecnológico del primer mundo o que alrededor de nuestro planeta orbitan toneladas de basura espacial. Entonces miro a mis hijos y suplico mentalmente su perdón: “¡Siento haberos traído al mundo cuando está tocando a su fin!”
Educar en el cuidado del medio ambiente en cuatro rounds
A veces, cuando estoy de “capa de súper mamá” caída, pienso que ya llegamos tarde a rescatar la Tierra y me pregunto si debo dedicarme a fomentar el cuidado del medio ambiente en los niños o directamente enfocarme en enseñarles técnicas de supervivencia en un apocalipsis zombie. Después me doy cuenta de que en un escenario postapocalíptico yo sería de las primeras en morir, y se me pasa.
- Primer round: educar en el consumo responsable. Flipo con esas madres que se enorgullecen de aplicar el principio de austeridad con sus hijos, pero te lo cuentan cada vez desde un nuevo modelo de iPhone. Que yo pienso: ¿se estará creyendo lo que dice o lo que quiere es trolearme? Sí, amigas, educar en el cuidado del medio ambiente pasa por educar en el consumo responsable, clave para que nuestros hijos adopten un modo de vida lo más sostenible posible, desde el principio. Pero para eso hace falta predicar con el ejemplo. Para saber si lo estás haciendo bien, pregúntale a tu fondo de armario.
- Segundo round: reutilización, primero; reciclaje, después.Tenemos que quitarnos de la cabeza la idea de que la basura es algo sin valor. Por ejemplo, para mi hija de seis años cualquier residuo que no huela mal tiene un sinfín de posibilidades. Un bote de champú vacío o una caja de cartón son para ella auténticos tesoros ¡Por no hablar del canuto del rollo de papel higiénico! Es importante no confundirse: una cosa es reutilizar y otra muy diferente es reciclar. Esto es como con los ex, primero los reutilizas y luego ya, cuando no dan para más, los desechas definitivamente con la esperanza de que otra pueda hacer algo bueno de ellos.
- Tercer round: ¡Arregla lo que se rompe, porelamórdedios! Me inquieta esa gente que no sabe lo que es una reparación. ¡Se les estropea algo, y lo tiran! Pero vamos a ver, alma de cántaro, ¡¿Has comprobado que no se haya quedado sin pilas, al menos?! Este sistema, como es lógico, no es sostenible, pero ha sido favorecido por la industria desde que en 1932 se propusiera la obsolescencia programada como vía para salir de la Gran Depresión estadounidense. ¡Para gran depresión, la nuestra, oiga, que estamos todo el día currando para comprar constantemente cosas que tienen una fecha de caducidad encubierta! En esta sociedad regida por la máxima del “usar y tirar”, la Tierra es una víctima más del consumismo y educar en el cuidado del medio ambiente es darse cabezazos contra la pared de la sociedad de consumo. A este ritmo creo que nuestros hijos finalizarán sus días en un mundo como salido de una película de zombies: yermo, oscurecido, irrespirable y hostil, en el que se tendrán que pelear con otras tribus por una lata de sopa caducada. Desde que son pequeños, yo he enseñado a mis hijos que cuando algo se rompe, debe intentar repararse. Empezando por los juguetes.
- Cuarto round: los recursos naturales son escasos… ¡y cuestan una pasta! Hoy me han llegado a la vez las facturas de la luz y del gas. ¡Mira tú, doblete! Cuando he visto los importes me han dado ganas de abrir la llave del gas y comprobar si tiene algo que envidiarle a un Gran Reserva. Los recursos naturales son valiosos porque son escasos, porque mucha gente no tiene acceso a ellos y porque, ¡qué demonios!, cuestan un ojo de la cara. Por eso yo, desde que mis hijos tuvieron uso de razón (y dedos hábiles para pulsar interruptores), me desgañito instándoles a que hagan un uso responsable: “Cierra el grifo” y ”Apaga la luz” son mis dos hits favoritos del álbum “En ningún sitio como en casa”. Al final, lo aprenden: Emma ya apaga las luces que yo me dejo encendidas.
- Golpe de gracia: cuida el Planeta o el Planeta te exterminará. Y si no han entendido nada de lo anterior, siempre nos queda enfrentarlos a la dura realidad. Sí, aunque sea hiriente, pero cuanto antes lo sepan, mejor: si no cuidamos la Tierra estamos abocados a la autodestrucción. (¿Cómo se le explica eso a unos niños de 5 y 6 años?) Da igual, a veces, con las cosas importantes, hay que peinarse un poco los pelos de la lengua.
Seguro que después de ver este vídeo estáis todas súper concienciadas y deseosas de impartir la primera lección. Empezad con algo fácil: el canuto del rollo de papel higiénico. Así, además, desarrollan su creatividad y los tenéis entretenidos un rato. Eso sí, para ser doblemente ecológicas hacedlo a la luz de una vela… mi recibo de la luz no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Soy madre, así que entiendo muy bien que la Madre Naturaleza tenga un cabreo monumental por cómo nos estamos comportando con ella. Nos va a exterminar. Y punto.
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