temores de la maternidad

Los niños vienen con una neurosis materna debajo del brazo

Al convertirte en madre te dan superpoderes. Por ejemplo, ya puedes probar alimentos a la temperatura del magma sin quemarte, te desenvuelves con los reflejos de un guepardo y eres sorprendentemente capaz de espachurrar a manotazos cualquier tipo de insecto, por grande y peludo que sea. ¡Pero no iba a ser todo de color de rosa! Con el primer hijo llegan los temores de la maternidad, la neurosis materna, esa que nos hace enloquecer de repente si perdemos de vista al retoño aunque sólo sea una milésima de segundo. 

¡Pero si sólo ha sido un momento! Has saludado a la vecina por la calle y, de repente, ¡no está!; has levantando la vista buscando el pasillo del café muy cargado y, de repente, ¡no está!; has parpadeado en el parque y, de repente, ¡no está!… ¡NO ESTÁ! Entonces cunde el pánico, un sudor frío te recorre la espalda y tu cabeza empieza a centrifugar. En menos tiempo del que has tardado en perder al niño de vista ya te has preguntado cuánto pedirán por el rescate, valorado el T.I.N y el T.A.E del préstamo que tendrás que pedir, armado un argumento para convencer a la asistente social de que no te quiten la custodia cuando aparezca, recreado la bronca de tu madre mientras te anuncia que te deshereda, firmado mentalmente el divorcio con tu marido y visualizado muriendo sola y rodeada de gatos.

¡Pero, espera! ¡A-hí, es-tá! Ha estado ahí todo el tiempo, bien a la vista.  La neurosis materna es cegadora, no cabe duda. ¡Pero ya no te pasa más! Y al día siguiente vas y le compras un abrigo fosforito, de un amarillo tan intenso que ríete tú de los chalecos reflectantes de alta visibilidad. No importa: el velo cegador de la neurosis materna lo transforma en uniforme militar de camuflaje en cuanto se aleja dos metros de ti. ¡Habráse visto mayor burla de los sentidos!

Puede parecer que la condición de neurótica es un mal que a toda madre se le pasa con los años, pero ¡error! Los temores de la maternidad nos acompañan toda la vida. Esa es la razón por la que mi madre aún me sigue pidiendo que no vuelva tarde y de que ya me esté llamando por teléfono si me retraso cinto minutos. “¡Mamá, pero que tengo taitantos!” “¡Y abrígateeeee, que vas muy descocada!” 

Soy madre, por eso me monto películas de terror dignas de un Oscar cuando algo no sale según lo esperado. Y punto.

¿Estás tan neurótica que no puedes leer mis publicaciones por no quitarles el ojo de encima? ¡Tranquila! Puedes escuchar este contenido en podcast mientras los controlas.

4 comentarios en “Los niños vienen con una neurosis materna debajo del brazo

  1. Anca Ciuperca

    Ayyy!! Me ha encantado. Me pareció escuchar una descripción de mi misma.
    Pero escuchándolo da gracia 🤭.
    Me habéis sacado una sonrisa!
    Gracias!

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